Las palabras de Paulo Freire no dejan lugar a equívocos o dobles interpretaciones: “Todo acto educativo es un acto político”. La investigación educativa, como acto educativo que es, también es un acto profundamente político. Qué estudiemos, para qué, para quién, cómo lo hagamos, con quién, qué papel juegan los y las participantes, cómo y dónde se difunden los resultados, etc., etc., son decisiones profundamente cargadas de política. Política en sentido freiriano: la concepción envolvente del mundo y del ser humano (Freire, 1997).
Cada vez que alguien defiende la imparcialidad de alguna decisión o su carácter estrictamente técnico, ya está retratándose la ideología que tiene detrás. Dicho de forma más dura por el ex Arzobispo sudafricano y premio nobel de la paz Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.
Investigar en educación supone necesariamente trabajar por una educación mejor y, con ello, una mejor sociedad. Pero el simple hecho de investigar no lleva necesariamente a la construcción de una sociedad más justa, inclusiva y equitativa. Todo lo contrario, podemos incluso hipotetizar que, si una investigación no se plantea explícitamente contribuir a una educación más equitativa, justa e inclusiva y con ello a una sociedad de análogas características, estará contribuyendo a una educación que reproduzca y legitime las injusticias y desigualdades sociales.
Dicho lo anterior no es incompatible con defender la necesidad de trabajar
“con” los y las docentes, no para ellos y ellas sin que participen activamente
en la investigación. Las opciones de Investigación-Acción participativa, Investigación
colaborativa, donde se incluyen a los y las docentes en los equipos como unos
investigadores más, son sin duda unas excelentes estrategias. Igualmente es un compromiso
ético el dar voz a los sin voz. Trabajar
con colectivos tradicionalmente excluidos y escucharles y servir de altavoz a
sus planteamientos y reivindicaciones se plantea como incuestionable en la
investigación con vocación transformadora.
https://revistas.uam.es/index.php/riee/article/view/8609/8955
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Cada vez que alguien defiende la imparcialidad de alguna decisión o su carácter estrictamente técnico, ya está retratándose la ideología que tiene detrás. Dicho de forma más dura por el ex Arzobispo sudafricano y premio nobel de la paz Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.
Investigar en educación supone necesariamente trabajar por una educación mejor y, con ello, una mejor sociedad. Pero el simple hecho de investigar no lleva necesariamente a la construcción de una sociedad más justa, inclusiva y equitativa. Todo lo contrario, podemos incluso hipotetizar que, si una investigación no se plantea explícitamente contribuir a una educación más equitativa, justa e inclusiva y con ello a una sociedad de análogas características, estará contribuyendo a una educación que reproduzca y legitime las injusticias y desigualdades sociales.
En un intento de avanzar en la construcción de una
investigación educativa socialmente comprometida, que de verdad contribuya a otra
educación para otra sociedad, nos atrevemos a señalar algunos elementos que se
nos antojan necesarios. Para ello, la inspiración de Michael Apple (2012), pero
también de Morwenna Griffiths (1998), ha sido decisiva.
Esta incompleta relación debe empezar con algo tan
evidente como esencial, hacer un trabajo riguroso y de alta calidad. El
desarrollo de malas investigaciones que contribuyan a desacreditar más aun la
débil imagen de la investigación educativa ayudan a mantener el statu quo social. Quien quiera que nada
cambie no querrá una investigación transformadora. La investigación no es un
requisito, no es una tarea más, no es una actividad que nos impongan… es nuestra
forma de mejorar la sociedad aportando ideas y conocimientos transformadores.
Si lo hacemos mal, de nada servirá.
En esa línea hay que recordar la importancia de la ética en la investigación. Una investigación de calidad, pero con ética.
Así entre los valores que deben primar en esta investigación educativa de que
busca transformar (no hacer currículum) están: a) el compromiso inquebrantable
con la educación, la sociedad y la lucha por la Justicia Social, b) la pasión
por la investigación, por la educación y por la transformación, c) la humildad
para aprender constantemente, de los errores, de las experiencias y de las
personas, d) el optimismo, casi patológico, hacia la consecución de una mejor
educación y una mejor sociedad, e) la transparencia en las acciones y
propósitos, f) el afán de superación de hacer una mejor investigación y, por
último, g) el atrevimiento para plantear nuevos caminos, nuevas estrategias en
el diseño, ejecución y difusión de la investigación.
Una investigación comprometida exige, además, el trabajo en equipo “como cultura”; con otros y otras colegas, con
docentes, con la comunidad educativa. Si de verdad el objetivo es contribuir a cambiar
la educación, de forma directa o indirecta, no sirven pequeños estudios, es
necesario ser ambicioso, y una sola persona, por muy brillante que sea, es
difícil que aporte ideas realmente novedosas. También es necesario trabajar en
colaboración con los movimientos sociales comprometidos, una investigación
aislada en la universidad de nada sirve si queremos cambiar la educación y con
ello la sociedad. Un análisis crítico en educación debe apoyarse necesariamente
en el trabajo de los movimientos sociales que luchan contra los supuestos y las
políticas que se están analizando. En este sentido, es fundamental participar y
colaborar aportando experticia a los movimientos sociales que buscan
transformar, y aprender de ellos para hacer una investigación transformadora.
Directamente relacionado con lo anterior otro elemento primordial es la
importancia de la persistencia en esfuerzos focalizados, mantener una línea estable de trabajo. Solo un equipo
numeroso de personas, bien formadas, trabajando y produciendo juntas durante un
tiempo razonable (de años) pueden aportar ideas potentes que de verdad
contribuyan a cambiar la educación. Es extremadamente improbable que pequeñas
investigaciones hechas en solitario jamás puedan aportar información util. Es
preciso un equipo de investigación consolidado y conformado por docentes de
diversas instituciones, estudiantes y miembros de organizaciones sociales que
comparta los mismos ideales educativos para poder impactar en la transformación
social.
Hemos dicho equipos bien formados.
Claro, realizar una buena investigación es muy difícil y hay que estar bien
formado para ello: conocer en profundidad los avances del conocimiento, en el
ámbito de trabajo y en otros, manejar con soltura los diferentes enfoques
metodológicos disponibles, saber comunicar los resultados adecuadamente, etc. No
aportamos mucho si afirmamos que la formación inicial y permanente de los y las
investigadoras es un requisito indispensable y aún tiene mucho que mejorar.
Asimismo, si se busca impactar, es necesario investigar temas que “importen”. La investigación comprometida
debe caminar a abordar temáticas que contribuyan a una educación
transformadora. Algunas ideas son:
- Trabajar con problemáticas “reales” detectadas de un profundo conocimiento de la realidad educativa.
- Abordar investigaciones que denuncien situaciones de injusticia y desigualdad, y buscar una mayor comprensión de las mismas.
- Relatar experiencias de resistencia y cambio: es preciso tener una visión amplia de lo que es "investigación" y en ocasiones es necesario hacer de cronistas de aquellos grupos de personas y movimientos sociales que están comprometidos en desafiar las relaciones actuales de poder desigual.
La investigación socialmente comprometida ha de mantener la dialéctica teoría-práctica. En este sentido, en
necesario generar conocimiento y transformar la práctica, aprendiendo de los
conocimientos teóricos y de la experiencia, y la aplicación práctica para
generar unos aprendizajes útiles para la investigación educativa.
Un elemento más en una investigación comprometida que busca impactar en la
realidad para hacer una educación de mayor calidad y equidad es cuidar muy
especialmente la devolución de
información. Si y solo si los resultados de la investigación llegan a
tomadores de decisiones políticas, directivos escolares, docentes, formadores
de docentes y a la sociedad en general, será posible que sirva como un
revulsivo para la reflexión conjunta y la transformación.
En esa línea, otra idea básica es que la
investigación que no está escrita no existe; así como tampoco consta la
investigación que no se encuentra disponible en internet. Con demasiada
frecuencia encontramos investigadores e investigadoras que muestran en su
currículum su participación en numerosos proyectos de investigación, pero luego
la lista de sus publicaciones es más bien corta o ni siquiera tienen un perfil
público donde compartan sus trabajos de investigación. Ante ello, solo caben
dos situaciones, o de verdad no investigan o no lo publican, en ambos casos los
efectos prácticos son idénticos: no se impacta en la realidad para cambiarla.
La imperiosa necesidad de que los resultados de investigación lleguen a
diferentes implicados e implicadas hace que sea necesario plantearse una estrategia de comunicación de la
investigación diferenciada para cada colectivo. Ello implica no solo publicar
en diferentes tipos de revistas de investigación y de difusión, sino también
hacer informes y usar las redes sociales para compartir los resultados de los
estudios. Con ello, hemos de aprender a adaptar nuestro lenguaje a las distintas
audiencias. Como señala Apple (2012), es necesario adquirir destrezas
periodísticas para el uso de los medios de comunicación, destrezas académicas y
populares, aprender a comunicar con diferentes registros y expresar cosas
importantes de manera que no exija que el público o el lector hagan todo el
trabajo. En definitiva, ser empáticos con la audiencia a la que nos dirigimos
para que lo resultados de nuestra investigación impacten en sus vidas, de una
perspectiva tanto educativa como social.
Un elemento final es que debemos aprovechar
los privilegios que tenemos con investigadores. Estos privilegios se
traducen en abrir los espacios en las universidades y en otros lugares
"profesionales" para dar voz a aquellos colectivos y personas que no
tienen esa posibilidad pero que tienen mucho que aportar en la transformación
social.
Si queremos una
investigación capaz de transformar la educación y la sociedad no todo esfuerzo es
válido. Es preciso una investigación de calidad y comprometida, una
investigación que explícitamente busque una transformación de la educación dirigida
a la consecución de una sociedad más justa y equitativa. En caso contrario,
estaremos contribuyendo al mantenimiento de una educación que mantiene y legitima
las desigualdades sociales.
Referencias
Apple, M. W. (2012). Can education
change society? Nueva York, NY: Routledge.
Freire, P. (1997). Política y educación. Ciudad de México: Siglo XXI.
Griffiths, M. (1998). Educational research for social justice:
Getting off the fence. Londres: McGraw-Hill Education.
Referencia Original
Murillo, F. J. e Hidalgo, N. (2017). Hacia una investigación educativa socialmente comprometida. Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 10(2), 5-8.
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