miércoles, 1 de noviembre de 2017

Hacia una Investigación Educativa Socialmente Comprometida

Las palabras de Paulo Freire no dejan lugar a equívocos o dobles interpretaciones: “Todo acto educativo es un acto político”. La investigación educativa, como acto educativo que es, también es un acto profundamente político. Qué estudiemos, para qué, para quién, cómo lo hagamos, con quién, qué papel juegan los y las participantes, cómo y dónde se difunden los resultados, etc., etc., son decisiones profundamente cargadas de política. Política en sentido freiriano: la concepción envolvente del mundo y del ser humano (Freire, 1997).

Cada vez que alguien defiende la imparcialidad de alguna decisión o su carácter estrictamente técnico, ya está retratándose la ideología que tiene detrás. Dicho de forma más dura por el ex Arzobispo sudafricano y premio nobel de la paz Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.

Investigar en educación supone necesariamente trabajar por una educación mejor y, con ello, una mejor sociedad. Pero el simple hecho de investigar no lleva necesariamente a la construcción de una sociedad más justa, inclusiva y equitativa. Todo lo contrario, podemos incluso hipotetizar que, si una investigación no se plantea explícitamente contribuir a una educación más equitativa, justa e inclusiva y con ello a una sociedad de análogas características, estará contribuyendo a una educación que reproduzca y legitime las injusticias y desigualdades sociales.

En un intento de avanzar en la construcción de una investigación educativa socialmente comprometida, que de verdad contribuya a otra educación para otra sociedad, nos atrevemos a señalar algunos elementos que se nos antojan necesarios. Para ello, la inspiración de Michael Apple (2012), pero también de Morwenna Griffiths (1998), ha sido decisiva.

Esta incompleta relación debe empezar con algo tan evidente como esencial, hacer un trabajo riguroso y de alta calidad. El desarrollo de malas investigaciones que contribuyan a desacreditar más aun la débil imagen de la investigación educativa ayudan a mantener el statu quo social. Quien quiera que nada cambie no querrá una investigación transformadora. La investigación no es un requisito, no es una tarea más, no es una actividad que nos impongan… es nuestra forma de mejorar la sociedad aportando ideas y conocimientos transformadores. Si lo hacemos mal, de nada servirá.

En esa línea hay que recordar la importancia de la ética en la investigación. Una investigación de calidad, pero con ética. Así entre los valores que deben primar en esta investigación educativa de que busca transformar (no hacer currículum) están: a) el compromiso inquebrantable con la educación, la sociedad y la lucha por la Justicia Social, b) la pasión por la investigación, por la educación y por la transformación, c) la humildad para aprender constantemente, de los errores, de las experiencias y de las personas, d) el optimismo, casi patológico, hacia la consecución de una mejor educación y una mejor sociedad, e) la transparencia en las acciones y propósitos, f) el afán de superación de hacer una mejor investigación y, por último, g) el atrevimiento para plantear nuevos caminos, nuevas estrategias en el diseño, ejecución y difusión de la investigación.

Una investigación comprometida exige, además, el trabajo en equipo “como cultura”; con otros y otras colegas, con docentes, con la comunidad educativa. Si de verdad el objetivo es contribuir a cambiar la educación, de forma directa o indirecta, no sirven pequeños estudios, es necesario ser ambicioso, y una sola persona, por muy brillante que sea, es difícil que aporte ideas realmente novedosas. También es necesario trabajar en colaboración con los movimientos sociales comprometidos, una investigación aislada en la universidad de nada sirve si queremos cambiar la educación y con ello la sociedad. Un análisis crítico en educación debe apoyarse necesariamente en el trabajo de los movimientos sociales que luchan contra los supuestos y las políticas que se están analizando. En este sentido, es fundamental participar y colaborar aportando experticia a los movimientos sociales que buscan transformar, y aprender de ellos para hacer una investigación transformadora.

Directamente relacionado con lo anterior otro elemento primordial es la importancia de la persistencia en esfuerzos focalizados, mantener una línea estable de trabajo. Solo un equipo numeroso de personas, bien formadas, trabajando y produciendo juntas durante un tiempo razonable (de años) pueden aportar ideas potentes que de verdad contribuyan a cambiar la educación. Es extremadamente improbable que pequeñas investigaciones hechas en solitario jamás puedan aportar información util. Es preciso un equipo de investigación consolidado y conformado por docentes de diversas instituciones, estudiantes y miembros de organizaciones sociales que comparta los mismos ideales educativos para poder impactar en la transformación social.

Hemos dicho equipos bien formados. Claro, realizar una buena investigación es muy difícil y hay que estar bien formado para ello: conocer en profundidad los avances del conocimiento, en el ámbito de trabajo y en otros, manejar con soltura los diferentes enfoques metodológicos disponibles, saber comunicar los resultados adecuadamente, etc. No aportamos mucho si afirmamos que la formación inicial y permanente de los y las investigadoras es un requisito indispensable y aún tiene mucho que mejorar.

Asimismo, si se busca impactar, es necesario investigar temas que “importen”. La investigación comprometida debe caminar a abordar temáticas que contribuyan a una educación transformadora. Algunas ideas son:

  • Trabajar con problemáticas “reales” detectadas de un profundo conocimiento de la realidad educativa.
  • Abordar investigaciones que denuncien situaciones de injusticia y desigualdad, y buscar una mayor comprensión de las mismas.
  • Relatar experiencias de resistencia y cambio: es preciso tener una visión amplia de lo que es "investigación" y en ocasiones es necesario hacer de cronistas de aquellos grupos de personas y movimientos sociales que están comprometidos en desafiar las relaciones actuales de poder desigual.
Es necesario poner de manifiesto que la metodología utilizada en las investigaciones, sin duda, no es neutra. No vamos aquí a ensalzar las virtudes de un método de investigación sobre otro. Entre otras razones porque estamos convencidos de que, bien desarrollados, todos son importantes. Por ejemplo, necesitamos los fríos y distantes estudios ex post facto para conocer la magnitud de un fenómeno, para sensibilizar a la sociedad. Sin macro estudios cuantitativos nos sabríamos cuantos niños y niñas se ven obligados a trabajar, la magnitud de la segregación escolar o la esperanza de vida escolar de las adolescentes del pueblo gitano, por poner algunos ejemplos sencillos. Solo una reflexión debemos hacernos: ¿en qué se benefician los participantes de nuestra investigación?

Dicho lo anterior no es incompatible con defender la necesidad de trabajar “con” los y las docentes, no para ellos y ellas sin que participen activamente en la investigación. Las opciones de Investigación-Acción participativa, Investigación colaborativa, donde se incluyen a los y las docentes en los equipos como unos investigadores más, son sin duda unas excelentes estrategias. Igualmente es un compromiso ético el dar voz a los sin voz. Trabajar con colectivos tradicionalmente excluidos y escucharles y servir de altavoz a sus planteamientos y reivindicaciones se plantea como incuestionable en la investigación con vocación transformadora.

La investigación socialmente comprometida ha de mantener la dialéctica teoría-práctica. En este sentido, en necesario generar conocimiento y transformar la práctica, aprendiendo de los conocimientos teóricos y de la experiencia, y la aplicación práctica para generar unos aprendizajes útiles para la investigación educativa.

Un elemento más en una investigación comprometida que busca impactar en la realidad para hacer una educación de mayor calidad y equidad es cuidar muy especialmente la devolución de información. Si y solo si los resultados de la investigación llegan a tomadores de decisiones políticas, directivos escolares, docentes, formadores de docentes y a la sociedad en general, será posible que sirva como un revulsivo para la reflexión conjunta y la transformación.

En esa línea, otra idea básica es que la investigación que no está escrita no existe; así como tampoco consta la investigación que no se encuentra disponible en internet. Con demasiada frecuencia encontramos investigadores e investigadoras que muestran en su currículum su participación en numerosos proyectos de investigación, pero luego la lista de sus publicaciones es más bien corta o ni siquiera tienen un perfil público donde compartan sus trabajos de investigación. Ante ello, solo caben dos situaciones, o de verdad no investigan o no lo publican, en ambos casos los efectos prácticos son idénticos: no se impacta en la realidad para cambiarla.

La imperiosa necesidad de que los resultados de investigación lleguen a diferentes implicados e implicadas hace que sea necesario plantearse una estrategia de comunicación de la investigación diferenciada para cada colectivo. Ello implica no solo publicar en diferentes tipos de revistas de investigación y de difusión, sino también hacer informes y usar las redes sociales para compartir los resultados de los estudios. Con ello, hemos de aprender a adaptar nuestro lenguaje a las distintas audiencias. Como señala Apple (2012), es necesario adquirir destrezas periodísticas para el uso de los medios de comunicación, destrezas académicas y populares, aprender a comunicar con diferentes registros y expresar cosas importantes de manera que no exija que el público o el lector hagan todo el trabajo. En definitiva, ser empáticos con la audiencia a la que nos dirigimos para que lo resultados de nuestra investigación impacten en sus vidas, de una perspectiva tanto educativa como social.

Un elemento final es que debemos aprovechar los privilegios que tenemos con investigadores. Estos privilegios se traducen en abrir los espacios en las universidades y en otros lugares "profesionales" para dar voz a aquellos colectivos y personas que no tienen esa posibilidad pero que tienen mucho que aportar en la transformación social.

Si queremos una investigación capaz de transformar la educación y la sociedad no todo esfuerzo es válido. Es preciso una investigación de calidad y comprometida, una investigación que explícitamente busque una transformación de la educación dirigida a la consecución de una sociedad más justa y equitativa. En caso contrario, estaremos contribuyendo al mantenimiento de una educación que mantiene y legitima las desigualdades sociales.

Referencias

Apple, M. W. (2012). Can education change society? Nueva York, NY: Routledge.

Freire, P. (1997). Política y educación. Ciudad de México: Siglo XXI.

Griffiths, M. (1998). Educational research for social justice: Getting off the fence. Londres: McGraw-Hill Education.

Referencia Original

Murillo, F. J. e Hidalgo, N. (2017). Hacia una investigación educativa socialmente comprometida. Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 10(2), 5-8.
https://revistas.uam.es/index.php/riee/article/view/8609/8955

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