No cabe duda alguna: la asistencia de los niños y niñas a Educación Infantil tiene una clara influencia en su desarrollo posterior. Efectivamente, podemos llamar a este nivel Educación Infantil, Educación Inicial, Educación Preescolar, Educación Parvularia, Educación de la Primera Infancia, usando la Clasificación Internacional de la Educación CINE, al margen de cómo se la denomine en la actualidad contamos con sólidas evidencias científicas de que los niños y niñas que han tenido acceso tempranamente a la educación tienen un mejor desarrollo integral y que los beneficios de esta escolarización siguen dejando su impronta muchos años después.
En esa lógica, todos los países del mundo han redoblado esfuerzos para incrementar la tasa de ingreso a la educación inicial y los fondos invertidos en esta etapa han subido de forma importante en los últimos años. Sin embargo, el hecho de que en muchos lugares esta etapa no sea obligatoria, ni gratuita, ha llevado a que se convierta en un factor más de inequidad de los sistemas educativos.
Esta alta segregación tiene graves consecuencias a corto, medio y largo
plazo. Para empezar es importante recordar que los beneficios de una exposición
temprana a la diversidad son múltiples. Así, a los seis meses de edad, los
niños y niñas ya han comenzado a hacer distinciones étnico-raciales,
y, en algún momento entre las edades de 3 y 5, es posible observar la aparición
de prejuicios raciales (Hirschfeld, 2008). También
tenemos evidencias (p. ej., Howes y Wu, 1990) de que los niños que asistieron a
centros o programas de educación infantil con alta diversidad en Primaria generan
más interacciones y amistades con niños de diferentes culturas y grupos
étnico/raciales. Experiencias que, sin duda, ayudan a prevenir o reducir el
desarrollo de prejuicios y estereotipos, contribuyendo así a la creación de una
sociedad más cohesionada (Zhou et al., 2019). En este sentido, el desarrollo de
actitudes de solidaridad, respeto, empatía y comprensión hacia los demás, se
consigue creando entornos educativos inclusivos en la primera infancia, que proporcionen
oportunidades de aprender a convivir con la diversidad desde la más temprana
edad.
Por otra parte, los centros, jardines infantiles y programas
de Educación Infantil con una mayor proporción de niños y niñas de familias de bajos
recursos, con un menor capital cultural, de origen extranjero o de grupos
culturales minoritarios tienen menos probabilidades de ser considerados de
alta calidad, porque carecen de los recursos tangibles necesarios para el
aprendizaje (Reid et al., 2015). A lo que se añade que en muchos países, los y
las educadoras de estos programas y centros suelen tener una menor formación y
experiencia. Incluso, algún estudio ha encontrado que los niños y niñas que
asisten a Educación Infantil en aulas segregadas, ya sea según nivel socioeconómico,
origen étnico o cultural tienen un peor desarrollo del lenguaje que aquellos
que asisten a centros más diversos (Reid, 2016; Schecter
y Bye, 2007).
Un último aspecto hace referencia a la formación y a
la actitud de los educadores y educadoras responsables de la educación en esta
etapa. En muchas ocasiones, muestran prejuicios implícitos que los llevan a esperar
comportamientos desafiantes de los niños de familias vulnerables, de grupos
étnicos-culturales minoritarios o de origen extranjero, y demuestran expectativas
más bajas hacia ellos. No hace falta insistir en la fuerza del efecto Pigmalión
para convertir esos prejuicios en hechos. Curiosamente, en numerosos países la
formación requerida para proporcionar una atención integral a los niños y niñas
de corta edad es menor que en etapas posteriores, por lo que en general los y
las educadoras perciben que no tienen una preparación adecuada para trabajar con
la diversidad del alumnado. Podemos llamarlo paradojas de la vida, o una forma
de invertir menos, incluso en los salarios que suelen ser los más bajos,
minusvalorando una etapa tan crucial para el desarrollo personal y social o más
que cualquier otra.
Además, la segregación escolar en Educación Infantil
es la puerta de entrada a la segregación en Educación Primaria y, con ello, en
Educación Secundaria. Efectivamente, en gran parte de los países existe continuidad
entre los niveles y centros educativos de Educación Infantil y Primaria, de tal
forma que hay poco cambio de escuela. Si consideramos que la educación infantil
no es siempre gratuita, ya en esos momentos se produce una selección temprana
de familias con más recursos en centros privados, selección que suele
mantenerse posteriormente.
Con estos escasos párrafos creemos haber demostrado sobradamente la importancia de prestar una mayor atención a la segregación escolar en Educación Infantil. Hasta ahora ha sido un tema prácticamente desconocido y, con ello, evitado. Cierto es que aún no tenemos suficientes estudios que estimen su magnitud, y los pocos planes contra la segregación existentes apenas la consideran como una etapa prioritaria para abordar. Pero no hay alternativa, o atacamos la segregación en los primeros años de la trayectoria educativa, o se corre peligro de que acabe siendo crónica en la escolaridad y en la sociedad.
Referencias
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Referencia completa
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