F. Javier Murillo y Cynthia Duk
Necesitamos, más que nunca, una esperanza crítica para poder enfrentar los crecientes desafíos que nos atenazan hoy en día. Frente a un futuro cada vez más desolador en el que un neoliberalismo feroz genera violencia, explotación, marginación, exclusión y nos roba los sueños de una sociedad más justa; frente a un oscuro futuro del planeta cuya profunda crisis climática ante la inacción generalizada de los gobiernos de todo el mundo; frente a una desesperanza de toda la sociedad que hace que crezcan opciones políticas egoístas, racistas, xenófobas y antifeministas…; frente a todo ello, es necesario más que nunca soñar. Es necesario más que nunca recuperar las palabras de Paulo Freire que exigen esperanza crítica.
Freire decía que sin esperanza no podemos ni empezar a hablar de educación. Pero no cualquier esperanza, una esperanza crítica. En sus palabras: “Mi esperanza es necesaria pero no es suficiente. Ella sola no gana la lucha, pero sin ella la fuerza flaquea y titubea. Necesitamos la esperanza crítica como el pez que necesita el agua incontaminada” (Freire, 2005, p. 8). Este referente latinoamericano incluso se describe a sí mismo como “esperanzado, no por mera terquedad, sino por un imperativo existencial concreto” (p. 1). Insiste en la idea de imperativo concreto para disipar el riesgo de que sus palabras puedan ser interpretadas como idealismo abstracto, como una vana aspiración a lo inalcanzable, quiere que se interprete como un compromiso histórico. De ahí el concepto de esperanza crítica y, sobre todo, su poder transformador.
Para Freire, esperanza crítica representa un trasfondo teórico y práctico para contrarrestar dos posturas contrapuestas que tienden a anclar a educadores y responsables políticos en el presente: la desesperanza, el fatalismo y la resignación, por un lado, y en las ilusiones y el optimismo ingenuo, por otro. La utopía es el escenario en el que un presente intolerable impregnado de opresión e injusticia se topa con un futuro que necesariamente debe construirse colectivamente. Frente al fatalismo neoliberal de aceptar pasivamente el presente, Freire reclama una esperanza crítica no ingenua.Esta esperanza crítica tiene una serie de características que queremos destacar. En primer lugar, la esperanza crítica es acción que se manifiesta como una respuesta activa operativizada en diversas formas de resistencia contra la injusticia y en la organización colectiva. No es, de esta forma, una actitud contemplativa; es acción que lleva a la transformación colectiva. Puede considerarse una intervención en las “realidades” dadas que se consideran inamovibles e inmutables, y que ahora se abren a la pregunta, a la crítica y a la acción transformadora.
Es una acción en la que las dimensiones afectivas son tan importantes como las cognitivas; donde se reconoce el papel de los valores y la ética en la educación; que fomenta la creatividad y la imaginación; que desarrolla la empatía crítica; que reevalúa el presente a partir del análisis histórico, que se preocupa por las dinámicas de poder y su impacto en el privilegio y la marginalidad; que promueve el diálogo, la solidaridad y la colaboración en la construcción de una escuela y una sociedad más democráticas (Bozalek et al., 2014).
Otra característica importante es que la esperanza crítica es praxis, acción informada por la teoría, donde se subraya su carácter orientado al futuro. A partir de una comprensión crítica del pasado y el presente, la praxis considera posibles respuestas alternativas y creativas a los desafíos educativos y sociales, a la exclusión, la marginación y las injusticias. Y cuando hablamos de praxis, no podemos dejar de referirnos a Freire (1969), para quien “la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre y la mujer sobre el mundo para transformarlo”; es la práctica de la libertad, el medio para afrontar crítica y creativamente la realidad y descubrir cómo participar en la transformación de su mundo.
La esperanza crítica es, sin duda, imaginación: reconoce que el presente y el pasado son formativos pero no definitivos, influyen pero no determinan. No es solo crítica en el sentido de añadir la crítica a la esperanza. Abarca la investigación participativa y el diálogo en el sentido más amplio de una pedagogía crítica “vivida” y la curiosidad por lo que es posible. Ayuda a fomentar las condiciones para la esperanza crítica y para las manifestaciones de cambio y transformación social basadas en valoraciones realistas de las condiciones actuales.
Por último, queremos destacar que la esperanza crítica también necesita ser educada. En caso contrario, se corre el riesgo de que se convierta en desesperanza y, con el tiempo, en desesperación. Hablamos de educarnos como profesionales de la educación y hablamos de educar a los y las estudiantes en esperanza crítica. Efectivamente, en primer lugar, el proceso de educar la propia esperanza implica mantener la duda epistemológica para que no nos detengamos en el primer conocimiento superficial que desarrollemos de las condiciones históricas que vivimos cotidianamente. Solo si logramos develar las razones que nos impiden profundizar en el análisis, será posible denunciar las injusticias e imaginar futuros alternativos. Sería lo que Lake y Krees (2017, p. 69) definen como ‘la refiguración activa de las condiciones epistemológicas, ontológicas y axiológicas necesarias para renovar la sociedad y aliviar el sufrimiento humano’. Se trata de develar la realidad colectivamente, visibilizando las condiciones de opresión para plantear alternativas creativas a la situación actual.
También, como dijimos, es necesario enseñar la esperanza crítica. Pero no es fácil, como señala Schwittay (2023), lo dificultan ‘las presiones a las que se enfrentan estudiantes y educadores, las condiciones materiales del aprendizaje y la enseñanza, y las limitaciones estructurales impuestas por las políticas educativas instrumentalistas’ (p. 13). Una sugerente propuesta para una educación críticamente esperanzada es la de Duncan-Andrade (2009). La misma postula tres elementos mutuamente constitutivos de esperanza: material, socrática/indignada y audaz.
Primero, está la esperanza material, que busca las ‘grietas’ en lo específico, es decir, en las condiciones sociales, económicas y políticas que afectan a los alumnos desfavorecidos y marginados. Al enfocar la enseñanza en estas grietas, podemos darles conocimientos y orientación que conecten con sus vidas. Claro, esto puede ser un proceso doloroso, porque implica que los alumnos examinen críticamente sus propias vidas, lo que Duncan-Andrade llama esperanza socrática o, siguiendo a Freire, indignada. Pero cuando estas reflexiones y debates en el aula se convierten en luchas colectivas, donde docentes y estudiantes desafían las ideologías dominantes desde posiciones de justicia y cuidado, ahí es donde surge la esperanza audaz. Freire (1997) nos dice que la enseñanza esperanzada no es solo intelectual, sino que se convierte en una necesidad ontológica. La educación puede ser proveedora de esperanza crítica, pero también requiere esperanza crítica para que las prácticas educativas puedan ser transformadoras.
La esperanza crítica es necesaria para conceptualizar una perspectiva de la educación inclusiva que considere la igualdad y la justicia social como imperativas. La desesperanza y el fatalismo nos obligan a entender la educación en términos meramente pragmáticos, como una forma eficaz de educar a las élites o de difundir una actitud empresarial en todo el mundo. La esperanza también es necesaria para actuar y poner en práctica la justicia social, para transformar la educación en una educación realmente inclusiva que contribuya a la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
Referencias
Bozalek, V., Leibowitz, B., Carolissen, R. y Boler, M. (Eds.). (2014). Discerning critical hope in educational practices. Routledge.
Duncan-Andrade, J. (2009). Note to educators. Hope required when growing roses in concrete. Harvard Educational Review, 79(2), 1-13. https://doi.org/10.17763/haer.79.2.nu3436017730384w
Freire, P. (1969). La educación como practica de la libertad. Siglo XXI.
Freire, P. (1997). La educación en la ciudad. Siglo XXI.
Freire, P. (2005). Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Siglo XXI.
Lake, R. y Kress, T. (2017). Mamma don’t put that blue guitar in a museum: Greene and Freire’s duet of radical hope in hopeless Times. Review of Education, Pedagogy, and Cultural Studies, 39(1), 60-75. https://doi.org/10.1080/10714413.2017.1262166
Schwittay, A. (2023). Teaching critical hope with creative pedagogies of possibilities. Pedagogy, Culture & Society. https://doi.org/10.1080/14681366.2023.2187439